La mayoría de nosotros conoce San Miguel, no sólo por su nombre sino también por
su calidad y sabor. Pero lo que quizás no todo el mundo sabe es que su historia se
remonta al siglo XIX... ¡en Asia!
Décadas más tarde, un grupo de emprendedores decide traer la cerveza a nuestro país con una
idea en mente: la principal característica de San Miguel debería seguir siendo la calidad. Y para
ello era clave reunir los mejores ingredientes para crear una gran cerveza: la malta, la
cebada, el lúpulo, el agua y la levadura.
Ya de vuelta, utilizaron por primera vez la malta tipo Pilsen, que se consigue al tostar la mejor
cebada cervecera. Después la combinaron con maíz en la proporción justa y el resultado fue una
cerveza con un color y un cuerpo muy especiales, además de un agradable sabor a cereal con un
sutil toque de dulzor. Y de hecho, así es como se creó la categoría Especial en la península.
El lúpulo es el responsable de aportar aroma, frescor y amargor a la cerveza. Y para escoger la
mejor materia prima, San Miguel apostó por una combinación de cuatro variedades originales
de Norteamérica y Europa Central: Nugget, Hallertau Taurus, Hallertau Magnum y Hallertau
Herkules. Éstas proporcionan los toques herbáceos, orales y afrutados propios de San Miguel.
En la composición de una cerveza, el
90% es agua y ésta juega un papel
fundamental en la fermentación. Por eso
es tan importante que sus propiedades
sean las adecuadas para mantener
la calidad de San Miguel. En este
caso, se utiliza un agua con las mismas
propiedades que la de la región de
Bohemia, reconocida como la mejor para
la elaboración de las cervezas tipo Pilsen,
que gracias a su bajo nivel de calcio
asegura que no haya picos de acidez.
Y por último, la levadura, que en el caso de San Miguel da su toque particular, haciendo de ella
una cerveza única. Probablemente se trate de la levadura que más ha viajado, ya que en 1890
partió de Baviera (Alemania) hasta Filipinas, para regresar a casa. Este ingrediente se
encarga de transformar los azúcares de la malta en alcohol y carbónico. Y, por supuesto, es
imprescindible para aportar esa sutil nota de manzana verde tan característica de San Miguel.
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